No hay nada para mí en esta tierra,
el tiempo lo ha cincelado en todas las cosas.
Llegará el día en que mis manos terminen
el sueño o la tumba de mi juventud,
día de dedos como raíces o lágrimas,
tal vez día de diamantes y delfines en el pecho.
Será entonces todo perfil o antojo del olvido.
Tan sólo tendré un quizá preñado de esperanzas
sin un horizonte fiel o certeza.
De nada servirán los galones o las coronas.
Me quedaré con los brazos rotos por el óxido,
con el corazón gris de pensamiento y ojo ciego,
tan sólo con lo que me pertenece:
el dolor, la soledad y el vacío.
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