La ingenuidad en la mirada para tu belleza y fragilidad, como surtidor de todas las cosas que conmueven a mi corazón y hacen del tuyo corona de oro para mis anhelos. Mi amor, mi sangre, puliendo todas tus esquinas para el abrazo y la posesión tierna -consentida, esperada- de toda tu esencia hecha carne con la mía.
El deseo, el olvido, para perpetuar lo eternamente efímero: la sed del enamorado.
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